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Susana Arcocha, influencer de 29 años: “Entré a una iglesia y sentí la paz, conecté con Dios”

Con 400.000 suscriptores en YouTube y cerca de 600.000 seguidores en Instagram, Susana Arcocha es una de las grandes influencers de habla española en redes sociales. A sus 29 años, es archiconocida en las redes por sus análisis y recomendaciones de moda, elegancia y estilo. Lo refleja uno de sus vídeos más reproducidos, 10 artículos que una persona elegante nunca usaría en 2020, publicado en su cuenta de YouTube hace cuatro años. A día de hoy acumula cerca de dos millones de reproducciones.

 

Hablaba de que llevar pantalones rotos es incompatible con un estilo elegante, de que los estampados de dibujos animados siempre fueron una de sus líneas rojas y de que si hay algo que no haría una de las “señoras preciosas de punta en blanco” de su San Sebastián natal es lucir escotes exagerados como motor de tendencia y estilo.

Aquel 2020, año de pandemia, de redes y Zoom fueron sus primeros pasos como influencer. Aún le quedaba por ser consciente de su potencial en el nicho de la elegancia y la feminidad de 2023. También de su consolidación al año siguiente, cuando superó los 400.000 suscriptores y la red la catalogó como “creadora de moda y estilo”.

Pero si algo cambiaría su vida fue un episodio mucho más trascendental, aparentemente cotidiano, y del que sin embargo no había hablado hasta hace solo unos días.

Sucedió hace unos tres años, en pleno crecimiento creadora de contenido, cuando un domingo cualquiera renegó interiormente de sus rutinas orientales de meditación y, en su lugar, fue a misa. Cuando entré, confiesa en su cuenta de YouTube, “noté esa gran paz, como si la iglesia me estuviera abrazando, como si estuviese hecha para mí. Como si estuviese en casa”.

El vídeo, publicado el pasado 25 de octubre, aspira a ser una de las publicaciones más destacadas del canal, habiendo cosechado más de 60.000 reproducciones y cientos de comentarios, la mayoría celebrando el anuncio.

La influencer vasca advierte a sus seguidores de que, a partir de ahora, las menciones a Dios y la religiosidad serían algo frecuente en sus publicaciones. Algo que podría sorprender teniendo en cuenta que, en sus propias palabras, “ni estoy bautizada ni he hecho la comunión”.

 

Meditación zen cristiana

Arcocha lo explica trasladándose con emoción a una infancia que recuerda plagada de lágrimas por no estar bautizada y deseos de formar parte de la comunidad cristiana.

El paso de los años hizo que olvidase la idea, al tiempo que se introducía de la mano de su familia en la “meditación zen cristiana”.

A partir de aquel momento, “conectar con Dios” a través de experiencias espirituales se convirtió en una de sus grandes aspiraciones mientras aprendía a meditar poniendo en práctica la flor de loto. En ocasiones creía que veía o se acercaba a Dios, pero pronto se topaba con la realidad: “No tenía nada que ver, simplemente eran cosas que hacía la mente”.

Arcocha siempre creyó en Dios y siempre tuvo una fe que no supo, o no pudo, poner en práctica. La ocasión de hacerlo surgiría precisamente en la adolescencia, cuando sufrió durante años episodios diarios de acoso escolar.

Primero afectó a su autoestima. Después, a su propia estabilidad emocional.

 

"Rota por dentro, en la noche oscura"

“Estaba rota por dentro. Entré en una etapa de mucha ansiedad. Quería huir, dejé de ir a clase y estudiar y empecé a esconderme. Fueron tres años de acoso, prácticamente todos los días. Entonces llegó mi etapa universitaria y pinché. Caí en un pozo. En la noche oscura del alma”, relata.

Fue entonces, “demasiado hundida en la oscuridad como para seguir con la vida normal”, cuando decidió buscar ayuda psicológica.

Mientras empezó a practicar yoga y acercarse a la llamada ley de la atracción. Fue entonces, buscando respuesta a sus preguntas, cuando creyó ver la solución disfrazada de espiritualidad oriental.

Tenía unos 26 años y ya conocía aspectos más que elementales de cosmovisiones orientales. Dominaba el plano de los chakras, el desarrollo espiritual, incluso prácticas que la hacían literalmente aprender sánscrito.

“Sentí que estaba dando mucho crédito a la espiritualidad de otras culturas y negando la mía propia, la cultura cristiana. Yo me crie y nací en España, Europa, cuna de nuestra cultura occidental… Y la estaba negando”, relata.

Convencida de que estaba incluso cuestionándose a sí misma, se hizo una pregunta: “¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué me voy tan lejos? ¿Y si tengo las respuestas aquí, más cerca?”.

 

"Donde Dios te ha puesto, están las respuestas"

Pasados los años y con la perspectiva que le ofrece su desarrollo vital, la influencer considera hoy que es algo común “negar lo que tenemos a nuestro alrededor, familia, ciudad, cultura y lengua”, mientras se asumen lenguas y culturas exóticas que resultan atractivas, como si la solución a los problemas no pudiese residir donde han surgido.

Hoy, sin embargo, considera que es precisamente “ahí donde Dios te ha puesto donde están las respuestas a todos los problemas”. En su caso, estaba a solo unos metros, en su propia ciudad natal.

Llevaba tiempo pensando donde, o en qué, podía encontrar la paz cuando tomó una decisión, hace unos tres años.

“Voy a entrar a una Iglesia, a ver qué sucede”, pensó.

 

Un domingo cualquiera, en la catedral: "Sentí la paz"

El día que lo cambió todo fue un domingo aleatorio, “random”, en verano, cuando entró en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián. La reacción y el impacto fueron inmediatos.

“Cuando entré, noté esa gran paz”, relata, “como si la iglesia me estuviera abrazando. Como si esos colores, esas vidrieras, esas columnas que se alzaban al cielo, como si ese espacio me estuviera conectando con Dios directamente”.

Aquello solo fue “el principio”. Aún estaba por experimentar lo que sucedería en su primera misa tras años sin práctica religiosa.

“Simplemente me puse allí, escuché el órgano de la iglesia y vi cómo entró el obispo y comenzó la misa. Y con cada palabra, con cada canción, con cada nota de ese órgano, no podía dejar de llorar. Me pasé toda la misa llorando porque sentía que estaba en casa. Sentí otra vez, como cuando tenía 10 años, que pertenecía a un lugar en el que era acogida”.

La influencer Susana Arcocha relata el momento de su conversión a partir del minuto 14:00: 

 

El poder de la belleza

La acogida y la ausencia de juicio fueron tan cruciales en aquel momento de conversión como lo fue el arte y la estética de un lugar “increíblemente hermoso”.

“Sentí esa hermosura dentro de mí, como si ese lugar estuviera hecho para mí”; recuerda la influencer, que pasados los años sigue sin poder comparar con nada “aquella sensación de estar en casa”.

Arcocha siguió yendo a misa. Y en cada misa lloraba, mientras era cada vez más consciente de que aquellos años estudiando otras culturas, abriendo su mente y expandiendo la conciencia le habían ayudando realmente a abrazar su propia cultura “con mucho más amor”. Y mientras, “en cada misa, seguía llorando”.

 

"He vuelto a mis raíces, todo tiene sentido"

Finalmente, la influencer se puso en contacto con su catequista. Celebra que ya son “nueve meses maravillosos de encuentro con Dios” los que lleva en catequesis, pero también encontrándose consigo misma:

He vuelto a mis raíces, a las raíces de todo lo que me rodea. Antes no entendía nada, y ahora lo entiendo todo, como si todos los pequeños detalles antes se me pasasen de largo y ahora fuese parte de ellos. Ahora comprendo, rezo y me recuerdan que Dios existe. Es como si encendieses la luz y tu vida tuviera sentido, desde las cosas más insignificantes”.

Arcocha se despide de sus seguidores celebrando haber encontrado en la fe un sentido a la vida que las prácticas orientales “basadas en el yo” no le habían podido ofrecer.

“Esta última semana he tenido un encuentro con Dios que no me esperaba”, concluye. “No se si esto le interesa a alguien, pero voy a sacar mi rosario y voy a seguir rezándolo hasta que haga un mes entero. Me he comprado mi primera cruz y me siento increíble, ahora Jesús me acompaña a todos sitios. Las cosas que me están sucediendo son fuera de lo normal”.

 

Fuente: Nueva Era

8 de noviembre de 2025
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