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Condenan a Julio De Vido, Baratta y Nicolás Dromi: un nuevo capítulo de corrupción que ya no sorprende al pueblo argentino

La herida moral detrás del fraude al Estado

El reciente fallo del Tribunal Oral Federal N°7 vuelve a desnudar una llaga abierta en la Argentina: la corrupción enquistada en el poder. Julio De Vido, exministro de Planificación Federal durante los gobiernos kirchneristas, fue condenado a cuatro años de prisión e inhabilitación perpetua por fraude al Estado en la compra de Gas Natural Licuado (GNL) entre 2008 y 2009. Su mano derecha, Roberto Baratta, recibió tres años y seis meses, mientras que Nicolás Dromi, hijo del exministro menemista Roberto Dromi, fue sentenciado a tres años en suspenso.

Más allá de los tecnicismos judiciales, lo que se juzgó fue una estafa a la Nación, un uso indebido de los recursos que debían estar al servicio del bien común. El dinero público, que debería destinarse a hospitales, escuelas, viviendas y trabajo digno, terminó en sobreprecios y comisiones injustificadas. Esta es la raíz del problema: cuando se pervierte la misión del Estado, se traiciona la confianza del pueblo.

 

Fraude y ambición: la ausencia de valores

El tribunal consideró probado que se pagaron más de 5,5 millones de dólares a empresas sin experiencia, como Diligentia SA y Dysan SA, ligadas a la familia Dromi. Estas actuaron como intermediarias en la compra de once cargamentos de GNL, aunque no aportaron ningún valor real a la operación.

“¿Qué valor aportó la intermediación de Dromi?”, cuestionó el fiscal Nicolás Codromaz en sus alegatos, dejando en evidencia que la maniobra no fue un error administrativo, sino un acto deliberado de ambición.

El hecho de que los funcionarios deban responder solidariamente por más de 5 millones de dólares es apenas una reparación material. El daño profundo es otro: la erosión de la confianza ciudadana y la normalización del saqueo a la Patria. Desde una perspectiva cristiana, este pecado de corrupción no solo afecta al tesoro público, sino que destruye el tejido social y condena a los más pobres a la exclusión.

 

Una cadena de procesos sin arrepentimiento

La situación judicial de De Vido se agrava con esta condena, que se suma a otras causas emblemáticas: la tragedia de Once, la compra de trenes chatarra y la megacausa de los Cuadernos, entre tantas. Sin embargo, más allá de los años de cárcel domiciliaria o los procesos interminables, nunca se escuchó un verdadero acto de arrepentimiento ni un pedido de perdón a las víctimas de la corrupción.

Cristo enseña que “la verdad los hará libres” (Jn 8,32), pero aquí parece haber más defensa de privilegios que reconocimiento de culpas. La Justicia puede imponer penas, pero la conversión del corazón es lo que verdaderamente sana una Nación.

 

Un mal que golpea a los más pobres

El caso del GNL revela cómo la corrupción tiene un rostro concreto: el de las familias que padecieron cortes de luz, los hospitales que quedaron sin recursos, los jubilados que recibieron haberes miserables. Cada dólar desviado fue un plato de comida menos en la mesa de un hogar humilde.

La Doctrina Social de la Iglesia recuerda que la política debe ser “la forma más alta de caridad” cuando se orienta al bien común. Pero cuando los gobernantes convierten sus cargos en una oportunidad para enriquecerse, se transforman en estructuras de pecado que perpetúan la injusticia.

 

Una oportunidad para la verdad

El tribunal dará a conocer los fundamentos de la sentencia el 28 de noviembre. Pero más allá de los tecnicismos, el pueblo argentino necesita que estos fallos se traduzcan en un cambio real: que la corrupción no sea más tolerada, que haya un compromiso ético en la función pública y que se entienda que servir en el Estado es un acto de responsabilidad moral ante Dios y ante los ciudadanos.

La condena a De Vido, Baratta y Dromi no debería ser solo un titular más en la lista interminable de causas de corrupción. Es un llamado a despertar como sociedad y a recordar que sin valores —sin verdad, sin justicia, sin respeto a la vida y al prójimo— no se construye una Nación digna.

La Argentina necesita líderes que encarnen el servicio y no el saqueo; que busquen la luz y no se dejen atrapar por la ambición. Solo así podremos sanar la herida moral que dejan estas traiciones al pueblo y recuperar el horizonte de justicia que nos reclama nuestra fe y nuestra historia.

Condenan a Julio De Vido, Baratta y Nicolás Dromi: un nuevo capítulo de corrupción que ya no sorprende al pueblo argentino
El Cristiano 1 de octubre de 2025
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