Encuentro con servidores del altar franceses
El Papa León XIV recibió este lunes, en la Sala Clementina del Vaticano, a la peregrinación nacional de acólitos franceses. En su mensaje, el pontífice reflexionó sobre la importancia del Misterio de la Misa y exhortó a quienes sirven en el altar a vivir su rol con reverencia, silencio y dignidad. Además, y homenajeó a la declaración Dominus Iesus, documento clave del pontificado de Juan Pablo II.
25 años de Dominus Iesus
El pasado 6 de agosto se cumplieron veinticinco años de la publicación de la declaración Dominus Iesus, elaborada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe bajo la guía del entonces cardenal Joseph Ratzinger. Este texto, difundido en el marco del Gran Jubileo del 2000, reafirmó “la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia”. Fue uno de los documentos más debatidos de aquel tiempo por su firmeza frente a la confusión doctrinal.
Aunque León XIV no lo mencionó de manera explícita, sí insistió en la misma convicción: “Solo Jesús viene a salvarnos, y nadie más, porque solo Él tiene el poder para ello… y porque nos ama”.
Cristo, la prueba del amor de Dios
El Papa recordó que la entrega de Cristo en la Cruz es la manifestación más radical del amor divino: “Dios nos ha amado hasta morir”. Subrayó que este gesto inimaginable es el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Ante ello, interpeló a los jóvenes acólitos: “¿A qué esperamos para corresponder a ese amor como Él merece?”.
La Misa: fiesta y solemnidad
León XIV puso en el centro de su discurso el valor de la Eucaristía. Recordó que en cada Misa “Jesús sigue dando su vida sobre el altar, sigue derramando su sangre por nosotros”.
“Queridos servidores del altar —dijo—, la celebración de la Misa salva al mundo, hoy. Es el acontecimiento más importante de la vida cristiana y de la vida de la Iglesia”.
El Papa exhortó a los acólitos a servir con una actitud seria y reverente: “Que vuestro silencio, el orden de los gestos y la belleza de la liturgia introduzcan a los fieles en la grandeza sagrada del Misterio”.
Año Santo y conversión del corazón
El pontífice también habló sobre el Año Santo, al que definió como “un gran regalo del Cielo”. Explicó que atravesar la Puerta Santa es una oportunidad para crecer en la fe, renovar el amor a Cristo y encaminar la vida hacia la eternidad.
Animó a los jóvenes a cultivar la oración personal: “Jesús quiere ser vuestro mejor amigo. La vida es hermosa y feliz con Él, pero espera vuestra respuesta. Llama a la puerta y aguarda antes de entrar”.
Jesús en el centro de la vida
León XIV retomó las palabras de San Pedro: “Bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos” (Hch 4,12). Invitó a grabar esa certeza en el corazón y a poner a Cristo en el centro de la existencia.
“Deseo que partáis de Roma más cercanos a Él, más decididos que nunca a amarle y servirle. La esperanza en Cristo será vuestra ancla firme en los momentos de duda, desazón o tempestad”, aseguró.
La falta de vocaciones, “una gran desgracia”
En la parte final de su discurso, el Papa expresó su preocupación por la escasez de vocaciones sacerdotales en Francia y en el mundo. La calificó como “una gran desdicha para la Iglesia” y animó a los acólitos a estar abiertos a la posibilidad de un llamado al sacerdocio.
“Ojalá podáis descubrir, poco a poco, la belleza y la necesidad de esa vocación”, concluyó.