Ir al contenido

Dorothy Day y Chesterton

Cuando ser agradecido te lleva a la fe

El día que Dorothy Day descubrió a Dios en los brazos de su hija

Para la periodista y activista católica Dorothy Day, el momento más importante de su vida no fue una publicación ni una protesta. Fue el instante en que las enfermeras colocaron a su hija Tamar recién nacida en sus brazos.

“Si hubiera escrito el mejor libro, compuesto la mejor sinfonía o pintado el cuadro más hermoso, no me habría sentido tan creadora como cuando pusieron a mi hija en mis brazos”, confesó en Teresa, su biografía sobre Santa Teresita de Lisieux.

La alegría que la condujo a la fe

Aquella experiencia de amor y plenitud no la dejó indiferente. La impulsó a buscar a Alguien a quien agradecer.

“Me invadió una sensación de felicidad tan grande que necesitaba a alguien para agradecérselo, al que amar, incluso venerar, por este bien que me había dado”, escribió.

Ese “alguien” era Dios. Así comenzó su camino hacia la fe y hacia la Iglesia Católica.

En su autobiografía, Day lo expresó así:

“Dios era el objeto final de este amor y gratitud. Ninguna criatura humana podría recibir ni contener un amor y una alegría tan inmensas como las que sentí tras el nacimiento de mi hijo. Gracias a esto surgió en mí la necesidad de adorar”.

Cuando la gratitud abre las puertas del alma

Muchas conversiones nacen así: de una gratitud desbordante por un regalo inmerecido. Incluso personas sin fe experimentan ese impulso de agradecer a un "alguien" que no conocen todavía. La gratitud, como semilla espiritual, puede preparar el terreno para la fe.

Chesterton: “Siempre me sentí agradecido, aunque no sabía a quién”

El escritor inglés G. K. Chesterton también llegó a la Iglesia desde la gratitud. Sentía un profundo asombro por el simple hecho de existir.

“La idea principal de mi vida fue aceptar las cosas con gratitud y no darlas por sentado”, escribió poco antes de morir.

En Ortodoxia (1908), Chesterton reflexiona con su ironía característica:

“Los niños agradecen a Papá Noel los juguetes. ¿Pero no podría agradecerle a alguien por haberme regalado dos piernas como las mías? Agradecemos los regalos de cumpleaños, ¿y no agradecer por el regalo de nacer?”.

La gratitud que salvó su vida

En su juventud, Chesterton enfrentó una oscuridad interior profunda. Sin embargo, algo lo sostuvo:

“Incluso la mera existencia, reducida a sus límites más primarios, era tan extraordinaria que me resultaba emocionante”, escribió.

Incluso cuando sentía que el mundo era absurdo, se aferraba a una chispa de gratitud, un hilo de sentido. Esa gratitud, simple y persistente, lo llevó a buscar al Dador de todo bien.

Una espiritualidad que nace del asombro

Chesterton veía en los paganos, panteístas y naturalistas una nostalgia de esa gratitud cristiana: un deseo de rendir culto a la belleza de la creación.

Para Dorothy Day, la gratitud también se convirtió en un camino espiritual duradero. Su biógrafo William D. Miller lo resumió así:

“La conversión ocurre cuando la persona, por gratitud a la vida y esperanza en la eternidad, se vuelve a Dios y busca hacer su voluntad”.

Una vida entregada a Dios comienza, muchas veces, con un simple “gracias”. ¿Qué regalo te ha hecho despertar esa gratitud que apunta más allá de lo visible?

Dorothy Day y Chesterton
El Cristiano 19 de junio de 2025
Iniciar sesión dejar un comentario
Olivia Maurel: la mujer que desafía al sistema de la subrogación