El domingo tiene un papel fundamental en la vida de una familia, no solo por su importancia religiosa para aquellos que tienen fe, sino también como un valioso espacio para la convivencia y el fortalecimiento de los lazos familiares. En nuestra sociedad actual, donde las rutinas laborales y escolares a menudo subordinan el tiempo familiar, el domingo se presenta como una oportunidad invaluable para reconectar y revitalizar las relaciones interpersonales.
Desde una perspectiva religiosa, el domingo es el día del Señor, un momento para la celebración de la Misa y la renovación espiritual. Esta práctica no solo alimenta la fe individual, sino que también fomenta la unidad familiar, ya que asistir juntos a la iglesia permite compartir momentos de reflexión y oración que nos ayudan a encarar cada semana. Además, la vivencia de la fe en comunidad fortalece los valores que cada familia busca transmitir a sus hijos.
Sin embargo, el domingo también ofrece una oportunidad para el diálogo y la convivencia. Establecer un tiempo dedicado a la familia sin las distracciones del trabajo o de las actividades cotidianas, permite a los miembros de la familia hablar sobre sus preocupaciones, compartir experiencias y plantear sus pensamientos de manera abierta. Estas interacciones enriquecen la vida familiar, promueven el entendimiento y ayudan a resolver conflictos, creando un ambiente de confianza mutua. La transmisión de valores mediante anécdotas familiares, charlas con los abuelos, incluso viendo fotos y recuerdos, o simplemente disfrutando de la mutua compañía es una de las maneras más seguras de enseñar a los hijos con el ejemplo. A cualquier edad.
Estos momentos en casa, o en un paseo familiar, no solo son fuentes de alegría, sino que también crean recuerdos que se atesoran a lo largo de la vida. Son esos momentos en donde es más importante vivirlos que mirar el teléfono celular, que sólo puede guardar una imagen para rememorarlos. El clásico almuerzo “costumbrista” de familia, que vieron los que ya peinan canas hasta en programas de televisión y películas argentinas, fue la escuela de valores de nuestros padres, y hoy debe serlo, mucho más.
En un mundo de redes sociales que a menudo enfatiza la inmediatez y el ritmo acelerado, el domingo emerge como un espacio donde se puede practicar la paciencia, la escucha activa y la atención a los demás. Todos enfrentamos problemas en la vida, y en la familia podemos encontrar, también, el apoyo afectivo o el consejo desde el amor de nuestros seres queridos. El domingo puede incrementar la resiliencia y el bienestar emocional de todos sus miembros, entonces.; y la convivencia y el diálogo que se fomentan en estos momentos crean un refugio emocional, donde cada individuo se sentirá valorado y escuchado.
Esto es especialmente importante en los años de formación de los niños, donde aprenden el respeto y amor a papá y mamá; creciendo en un ambiente familiar fuerte y amoroso que influirá positivamente en su desarrollo emocional y social para siempre.
Promover una comunidad cohesionada, en un mundo cada vez más individualista, donde el relativismo se enseñorea y destruye a los “individuos”, que los despersonaliza y les quita sus raíces y valores, es un tesoro que no debemos perder. No permitamos que ese falso progresismo social infecte nuestras familias y las disgregue. Este domingo es una oportunidad para lograrlo. Simplemente compartiéndolo.
El Domingo: un día para aprovechar