El Tribunal Oral en lo Criminal N°3 de San Isidro resolvió este lunes la recusación de la jueza Julieta Makintach, quien formaba parte del juicio por la muerte de Diego Armando Maradona. La medida se adoptó luego de que salieran a la luz evidencias de su presunta participación en la producción de una docuserie sobre el mismo proceso judicial, lo que puso en duda su imparcialidad.
La jueza aceptó su apartamiento tras el pedido formal del tribunal, que consideró que su continuidad comprometía la legitimidad del juicio. Se estableció además un cuarto intermedio de dos horas para que las partes expongan los fundamentos de sus posiciones respecto a la continuidad del debate oral y público.
Una docuserie en medio del juicio
La controversia estalló al conocerse la existencia de la docuserie Justicia divina, compuesta por seis capítulos y con una apertura protagonizada por la propia jueza Makintach. Según trascendió, parte del contenido se grabó dentro del edificio judicial de San Isidro, antes incluso de que el juicio comenzara.
El escándalo creció cuando se reveló que la productora responsable sería propiedad de Juan Makintach, hermano de la magistrada y socio del exPuma Agustín Pichot. Ambos figuran como dueños de la firma Pegsa, aunque desde la empresa aún no han emitido ningún comunicado.
Entre la sátira y la vergüenza institucional
La situación parece sacada de un guion de ficción. Algunos incluso ironizan con que Netflix, inicialmente interesada en la docuserie, podría producir una nueva entrega: el escándalo de la propia jueza. Mientras tanto, la indignación pública crece.
Parece broma, pero que no nos sorprenda. Tampoco, que las lágrimas de parientes y amigos del campeón, “conmocionados” por el escándalo de la jueza, las enjuguen con los dineros de la nueva serie que seguramente se hará, de una manera u otra, y que la magistrada “primereó” con viveza criolla.
Pero el problema va mucho más allá del espectáculo mediático. La pregunta que retumba en la sociedad es profunda: ¿Cómo una persona que protagoniza estos hechos puede ser juez de la Nación?
Lo que está en juego: la integridad del Poder Judicial
Este episodio pone al descubierto una crisis más honda: la falta de control, de idoneidad y de valores en sectores del Poder Judicial. Un juez no solo debe conocer el derecho: debe ser ejemplo de ética y rectitud moral. Lo sucedido con la jueza Makintach hiere la confianza ciudadana y deja expuesta una herida que exige reparación.
Argentina no necesita una Justicia “ficcionada”, sino real, justa y confiable. Sin protagonistas que busquen cámara, sino con jueces discretos, incorruptibles, al servicio de la verdad y del bien común. Porque cuando se degrada la justicia, se degrada la sociedad.
Nos debemos un poder judicial digno. Sin “juezas de película”. Con incorruptos de ética inquebrantable en los estrados de la Justicia.