¿Un empresario santo? La pregunta que provocó sonrisas y abrió el debate
“¿Qué tiene que ver la santidad con la empresa?”. La provocadora pregunta de la periodista y escritora italiana Nunzia Locatelli arrancó risas entre los presentes en la presentación del libro Enrique Shaw. El apóstol de los empresarios, realizado en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. Junto a su colega argentina Cintia Suárez, Locatelli dio a conocer esta nueva obra que narra la historia de un hombre singular: empresario, padre de familia numerosa, marino y católico ferviente, que podría ser canonizado por la Iglesia.
La vida de Enrique Shaw, fallecido en 1962 con apenas 41 años, desafía prejuicios y pone en diálogo dos mundos que suelen parecer antagónicos: el de la fe y el del mercado. Sin embargo, como muestra esta biografía, para Shaw no había contradicción: su empresa era un lugar de servicio, y su liderazgo una forma de entrega al prójimo.
Una historia que cautiva por su humanidad y profundidad espiritual
Las autoras, que ya habían trabajado juntas en una investigación sobre Mama Antula —la primera santa argentina canonizada por el papa Francisco en 2024—, se sintieron atraídas por la figura de Shaw cuando conocieron una frase suya: “Estoy orgulloso porque en mis venas corre sangre obrera”. Ese orgullo por la clase trabajadora, expresado por un hombre nacido en el lujo del hotel Ritz de París, marcó el rumbo de una vida dedicada al bien común.
Enrique Shaw fue oficial de la Armada Argentina, dirigió la empresa de cristalería Rigolleau y fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), desde donde promovió una visión cristiana del trabajo. Su fe no era decorativa, sino estructural: estaba convencido de que un empresario debía preocuparse por el bienestar integral de sus empleados.
El empresario que vivía el Evangelio en el mundo laboral
Sergio Rubín, periodista especializado en temas religiosos y quien acompañó la presentación, destacó que Shaw fue un precursor de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, que luego inspirarían al Concilio Vaticano II. “Sabía cuándo un obrero tenía un hijo enfermo. Se acercaba, preguntaba, se hacía presente. Creía en una empresa eficiente, sí, pero también humana”, explicó Rubín.
Ese espíritu de cercanía y servicio se refleja en testimonios como el de los trabajadores que hacían fila para donarle sangre durante su enfermedad. Shaw, además, dejó registros detallados de sus vivencias, como el viaje al Jubileo de 1950, donde reafirmó su deseo de santidad desde su lugar en el mundo empresarial.
Un milagro en camino y una postulación que avanza
En la actualidad, Enrique Shaw ya fue declarado “Venerable siervo de Dios”, y se encuentra en proceso de beatificación. La causa podría avanzar gracias a un presunto milagro atribuido a su intercesión: la recuperación inesperada de un hombre diagnosticado con cáncer terminal. “Su esposa había leído un artículo sobre Shaw y comenzó a rezarle con fe, pidiendo que su marido viviera para ver crecer a sus hijas. Finalmente, eso ocurrió”, relató Suárez.
Aunque el hombre falleció más adelante, su sobrevida más allá de todos los pronósticos médicos está siendo evaluada por el Vaticano como posible signo sobrenatural.
Una figura actual para una sociedad que necesita liderazgos con alma
La biografía muestra que Enrique Shaw no fue solo un empresario ejemplar, sino también un esposo dedicado y un padre presente para sus nueve hijos. Su espiritualidad se entrelazó con su vocación profesional. “Enrique dejó la Armada porque no quería participar en una guerra, pero entendió que podía ayudar más desde la empresa, humanizando el trabajo desde la cima”, explicó Locatelli.
Hoy, su mensaje resuena con fuerza: conocer a quienes trabajan para uno, tratarlos con dignidad, escuchar, cuidar. En tiempos de precariedad y deshumanización laboral, la figura de Shaw se presenta como un faro ético para empresarios y dirigentes.
Un modelo de santidad “moderna” para nuestro tiempo
La presentación del libro reunió a figuras destacadas del mundo empresarial, diplomático y eclesial, todos interesados en conocer más sobre el hombre que podría ser el primer empresario canonizado por la Iglesia. En un clima de admiración y respeto, las autoras compartieron fragmentos de su obra y reflexionaron sobre la necesidad de redescubrir la santidad en la vida cotidiana, también en los ámbitos donde parecería no caber.
Enrique Shaw. El apóstol de los empresarios es más que una biografía. Es una invitación a repensar el liderazgo desde el Evangelio, a valorar el trabajo como medio de santificación y a comprender que la santidad no es privilegio de unos pocos, sino llamado para todos, incluso en el corazón del mundo económico. El tiempo dirá si este argentino se convierte en santo; pero su legado ya inspira a vivir la fe con coherencia, compromiso y alegría.