En un mundo donde la indignación parece haberse convertido en deporte nacional, la reciente comunicación del Colegio San Patricio de Yerba Buena sobre la vestimenta adecuada de los padres que ingresan a la institución desató un debate que va más allá de lo educativo. La indicación era clara y simple: si papá o mamá deben entrar al colegio, lo hagan con "ropa adecuada", evitando tops, calzas, transparencias y escotes.
Pero lo que podría haber sido una cuestión de sentido común se transformó en otra trinchera de la batalla cultural. ¿Por qué? Porque los medios de comunicación y ciertos sectores de la sociedad han hecho de la indignación permanente una estrategia de debate. No importa el contexto, siempre se busca el escándalo, aunque para ello haya que tergiversar el sentido de una norma elemental de convivencia.
Por un lado, muchas de las madres entendieron la solicitud como un llamado al decoro y al respeto por el ambiente escolar, algo que, en cualquier ámbito educativo serio, debería ser incuestionable. Por otro lado, no tardó en llegar la reacción airada de quienes vieron en el comunicado un "ataque" al género femenino. El argumento: no se mencionó explícitamente una normativa para los hombres.
Este tipo de debates reflejan una problemática mayor: la incapacidad de discernir entre lo que verdaderamente importa y lo que es una polémica artificial. Mientras la sociedad se fragmenta discutiendo sobre el derecho a vestir como se quiera en cualquier contexto, dejamos de lado lo esencial: el respeto por los espacios comunes, la educación en valores y el sentido de la responsabilidad.
La escuela no es una pasarela ni un foro de reivindicaciones ideológicas. Es un lugar de formación donde se enseña con el ejemplo. Si pedimos a los niños que respeten ciertas normas de vestimenta dentro de la institución, ¿no es razonable pedir lo mismo a los adultos?
Pero en la era de la hipersensibilidad y el escándalo fácil, todo se banaliza. En lugar de discutir cómo mejorar la educación, el respeto y la convivencia, nos enredamos en debates estériles que sólo generan ruido. Tal vez sea hora de madurar como sociedad y entender que hay batallas que simplemente no valen la pena.
La medida "polémica" de un colegio: cuando todo se escandaliza y se banaliza