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Los sacerdotes ancianos y la cultura de la ingratitud

Carta abierta de un sacerdote joven

Como nuevo sacerdote, escucho a la gente quejarse de sus viejos sacerdotes todo el tiempo. ¡Pobres Padres Viejos!

En tiempos de "pop star" sacerdotes, cantantes, curanderos, y, por qué no decir, ilusionistas, crece la cultura de la ingratitud.

Pobres Padres Viejos que, en su vida, no aprendieron a ser cantores, pero muchas veces tenían que apoyar el canto porque no había quien cantara en misa...

Pobres viejos sacerdotes que no saben comunicarse por televisión, pero que toda su vida han enfrentado el desafío de comunicar el evangelio aun con tan pocos recursos...

Pobres Viejos Sacerdotes, los focos del escenario no los alumbran, porque aprendieron a ser sacerdotes en los páramos de la vida, celebrando Misas iluminados por velas y no por cañones de luz.

Pobres sacerdotes viejos que vivieron toda su vida ungiendo a los enfermos, pero que tienen fama de no curar.

Sacerdotes que ya no arrastran multitud, sino que en tiempos lejanos fueron, solos, pastores de un rebaño inmenso.

No estoy contento cuando la gente dice: ¡queríamos un nuevo sacerdote como tú! ¿Sabes por qué yo no? ¡Porque cuando sea viejo, los demás dirán lo mismo de mí!

¡Estoy mucho menos feliz cuando un sacerdote nuevo piensa que es mejor que un sacerdote mayor!

¡Es fácil que nos guste el cura cuando hace más emocionante el servicio, lo difícil es tener madurez cristiana para entender que ese cura que hoy necesita un poco más de paciencia, ¡ya tuvo paciencia con tantos!

Mi gratitud y oraciones a los sacerdotes viejos y olvidados, pero que durante toda una vida trabajaron para que las personas fueran nuevas y recordaran a Dios.

¡Oremos por nuestros sacerdotes ancianos!

 

Autor: un sacerdote joven, desconocido.
Fuente: Leído en la web

22 de julio de 2025
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