La Pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson, es una película que no sólo merece ser vista, sino también revisitada con el corazón abierto, porque cada escena está impregnada de una fuerza espiritual que trasciende la pantalla. No se trata sólo de contemplar el sufrimiento de Jesús en su camino al Calvario, sino de adentrarse en el misterio más profundo del amor redentor, ese que da la vida por la humanidad entera.
Con una estética poderosa y conmovedora, la película no esquiva el dolor, pero tampoco se queda en él: lo transforma en esperanza. Y lo más inquietante es cómo retrata al demonio, no como un monstruo grotesco, sino con esa sutil belleza que refleja la forma más peligrosa del mal: la que seduce, la que se disfraza de bien, la que nos tienta y muchas veces nos engaña. Esta obra de arte no sólo conmueve, sino que despierta una urgente conciencia sobre el combate espiritual y la victoria de Cristo.
En una entrevista sobre su impactante film, Mel Gibson fue consultado acerca de la inquietante representación del Diablo, interpretado por Rosalinda Celentano. Su respuesta revela una profunda reflexión sobre la naturaleza del mal y cómo se manifiesta en el mundo real.
Un mal que no se disfraza con cuernos
Gibson explicó que su intención fue alejarse del estereotipo clásico del demonio con cuernos, humo y cola. “Creo que el Diablo es real”, afirmó, “pero no creo que aparezca con demasiada frecuencia de forma grotesca. El mal es seductor, atractivo. Parece casi normal, casi bueno, pero no del todo”. Esta visión sugiere que el peligro del mal radica precisamente en su capacidad de camuflarse, de parecer confiable o incluso deseable.
Belleza inquietante y detalles perturbadores
La decisión de elegir a una actriz de rostro andrógino, con rasgos simétricos pero modificados sutilmente, no fue casual. “Le afeitamos las cejas para darle un aspecto extraño, luego la filmamos en cámara lenta para que no se note que no parpadea. Eso no es normal”, comentó Gibson. Además, en la escena del Huerto de Getsemaní, doblaron su voz con la de un hombre, generando una ambigüedad perturbadora.
El mal: una distorsión de lo bueno
“La esencia del mal es tomar algo que es bueno y torcerlo un poco”, concluyó Gibson. Su representación del Diablo no busca asustar con lo grotesco, sino inquietar con lo casi perfecto. Una advertencia visual: el mal, muchas veces, se disfraza de luz.
El filme La Pasión es, en definitiva, una representación magistral del mensaje central del Evangelio: el amor vence, el sacrificio salva, y la verdad, aunque incomode, libera.