En su más reciente editorial, la revista protestante American Reformer ha lanzado un llamamiento urgente a sus líderes para que reaccionen frente a lo que consideran una “ola” de conversiones hacia el catolicismo. Según su editor, Timon Sabo, la causa principal estaría en la renovada fuerza de la apologética católica, que pone a la Eucaristía en el centro del anuncio de la fe.
Paradójicamente, mientras algunos católicos de corte progresista consideran que el “proselitismo” es una palabra malsonante, son precisamente los católicos que no tienen miedo de confesar su fe quienes están ganando terreno y atrayendo a anglicanos y evangélicos. Y eso, parece, es motivo de alarma para quienes durante décadas han dado por sentado que el protestantismo seguiría siendo el bloque mayoritario.
El peso creciente de la voz católica en el debate público
Sabo se queja abiertamente de que los protestantes “han cedido gran parte del espacio público” a comunicadores católicos conservadores como Jack Posobiec, Matt Walsh o Michael Knowles, que —con aciertos o errores— hablan sin complejos de su fe.
Frente a ellos, la tibieza protestante se traduce en silencio y en ausencia de referentes sólidos que articulen una visión cristiana coherente. No se trata de “tomar espacios” por estrategia política, sino de cumplir el mandato evangélico de anunciar a Cristo “a tiempo y a destiempo”. Si el catolicismo crece en influencia pública no es por un plan oculto, sino por la convicción de que la Verdad no se negocia.
La Eucaristía: piedra de tropiezo para el protestantismo
El punto más polémico del artículo de Sabo es su crítica a que la Misa sea vista como un “golpe mortal” al protestantismo, afirmando que Roma tiene “el sacrificio” mientras que ellos solo ofrecen “símbolos vacíos”. Aunque lo niegue, la historia confirma que la doctrina católica sobre la Presencia Real ha sido —y sigue siendo— un motivo decisivo de conversión.
“La idea de que el golpe mortal contra el protestantismo es que Roma tiene el sacrificio de la Misa, mientras que los protestantes solo tienen símbolos vacíos, es ridícula”.
El problema no es que la Eucaristía sea “ridícula”, como dice Sabo, sino que su negación deja al protestantismo sin el corazón mismo de la fe cristiana: Cristo realmente presente, cuerpo, sangre, alma y divinidad. Ningún “memorial” meramente simbólico puede sustituir el milagro que la Iglesia ha custodiado desde el Cenáculo hasta hoy.
El colapso doctrinal anglicano como advertencia
Entre los casos más visibles de pérdida de fieles hacia el catolicismo, los anglicanos encabezan la lista. Ordenación de mujeres obispo, bendiciones a uniones homosexuales, aceptación de la ideología de género y servicios especiales para personas trans… estas concesiones, bajo el pretexto de “adaptarse al mundo moderno”, han llevado a un vaciamiento de sus iglesias y a la fuga de miles de fieles.
El catolicismo, con todas sus crisis internas, sigue siendo un faro para quienes buscan una fe que no cambie al compás de las modas. Por eso, los datos que Sabo esgrime —como la disminución del porcentaje de católicos en EE.UU.— no anulan la evidencia: cuando un protestante estudia con honestidad la historia y la doctrina, tarde o temprano se enfrenta a una disyuntiva incómoda: quedarse con una fe parcial o abrazar la plenitud de la verdad en la Iglesia de Cristo.
Un desafío que el protestantismo no puede evitar
En su autodiagnóstico, American Reformer reconoce que el protestantismo está perdiendo capacidad de influencia y credibilidad doctrinal. Pero, en lugar de revisar sus carencias, carga contra quienes simplemente anuncian el Evangelio con todas sus consecuencias.
El temor de Sabo y de quienes piensan como él no es tanto a perder “espacio público” como a que cada vez más creyentes descubran que, sin la Eucaristía y sin la autoridad de la Iglesia fundada por Cristo, cualquier proyecto cristiano acaba diluyéndose. Y ese es un debate que el protestantismo no podrá evitar por mucho más tiempo.
Fuente: INFOVATICANA