La celebración del carnaval, aunque culturalmente arraigada en muchas comunidades, puede ser vista como contradictoria con la fe católica por varias razones que tienen que ver con su origen y las prácticas que suelen acompañarla.
El carnaval tiene raíces que se remontan a festividades paganas, a menudo asociadas con el desenfreno, la exageración y la ruptura temporal de las normas sociales. No es casual que se celebra antes de la Cuaresma, un período de penitencia y reflexión. En este sentido, la temática del carnaval muchas veces involucra una visión cuasi infernal de la vida, donde en rituales de “desentierra al demonio” por esos días de excesos, y que contrasta con los valores de moderación, respeto y contemplación que promueve la fe católica, mucho más en la cuaresma cristiana, previa a la Semana Santa.
Las celebraciones de carnaval a menudo están marcadas por el consumo excesivo de alcohol, la promiscuidad y comportamientos desenfrenados. Esto difiere drásticamente de los valores católicos. La adoración a las cosas efímeras y a ídolos paganos puede distraer a las personas de la búsqueda de la fe y la relación con Dios. Por más que algunos ingenuos argumenten que “es una celebración inocente”.
El carnaval, con su enfoque en la superficialidad y el hedonismo fomenta el abandono “por unos días” de los valores y costumbres sociales, y muchas veces termina con relaciones destrozadas. La fe católica, por contrario, enseña que la verdadera belleza está en la gracia interior y en las virtudes, que se reflejan en las relaciones sociales y la familia, por lo que celebrar el carnaval resulta incoherente. Y por supuesto, no criticamos al juego con agua inocente de los chicos por estas latitudes, sino lo que viene ligado al carnaval para los jóvenes y adolescentes luego, promocionado por algunas autoridades y productores de eventos que sólo buscan llenarse los bolsillos de dinero. Y lo que está pasando inclusive con cierta publicidad es parte de lo que señalamos más arriba.
Nos referimos a la publicidad de este año, concretamente, del Carnaval de Los Tekis, de Jujuy.
El Carnaval de Jujuy, con su simbología y excesos, plantea serias inquietudes para quienes desean vivir una fe cristiana auténtica. La reciente campaña publicitaria, que utiliza imágenes vinculadas al demonio, no solo banaliza el mal, sino que lo presenta de forma atractiva e inofensiva, impactando a todos los ciudadanos sin distinción de edad. Este mensaje, visible en redes sociales y espacios públicos, afecta especialmente a los niños y adolescentes, cuya conciencia moral aún se está formando, y pone en evidencia la irresponsabilidad, incluso, de las autoridades de esa provincia, que permitieron su difusión.
La Peligrosidad del Mensaje
Este tipo de campañas publicitarias no son neutrales. Presentar al demonio como parte de una festividad cultural normaliza lo que nuestra fe denuncia como el mal absoluto. Para los más pequeños, este tipo de mensajes puede generar confusión: ¿si aparece en un cartel público, no debería ser algo bueno o aceptable? Las imágenes pueden tener un impacto profundo en sus corazones, y es nuestro deber como cristianos protegerlos de estas distorsiones.
Una Escena que Nos Cuestiona
Imaginemos esta situación: un padre sale a caminar con su hijo de ocho años. Mientras cruzan una avenida, el niño observa el cartel del carnaval y, tras unos segundos de silencio, pregunta:
—Papá, ¿por qué el demonio está invitando a una fiesta?
El padre, sorprendido, intenta responder.
—Es solo un dibujo, hijo, no le hagas caso.
Pero el niño insiste:
—¿Entonces el demonio no es malo? ¿Por qué lo ponen si es malo?
El padre, ahora conmovido, entiende que su hijo no solo busca una respuesta, sino una guía moral en medio de un mensaje confuso y dañino. Esa conversación breve, pero profunda, revela el impacto real de este tipo de publicidad en las mentes más jóvenes y cómo pone a prueba la fe de las familias.
Llamado a la Responsabilidad
Como cristianos, estamos llamados a discernir y rechazar aquello que no es bueno para nuestra alma y la de nuestros seres queridos. Enseñar a nuestras familias a decir “no” a lo que nos aleja de Dios, incluso cuando el mundo lo celebra, es un acto de valentía y fidelidad a Cristo. Asimismo, es fundamental exigir a las autoridades mayor responsabilidad en la aprobación de mensajes que ocupan espacios públicos. No podemos permitir que intereses comerciales prevalezcan sobre los valores morales y religiosos que sostienen nuestra sociedad, mucho más en el norte argentino, referente centenario de la devoción mariana. Como ya dijimos, es incongruente que por unos días de descontrol las autoridades permitan, incluso, la publicidad de un supuesto llamado demoníaco al “festejo”. Recordemos, además, que en ese ambiente hedonista no sólo el alcohol es la moneda común, sino la droga, que se cuela en previas, festivales y fiestas privadas descontroladas, que muchas veces terminan en hechos policíacos.
Un Testimonio Firme Es la Respuesta
La publicidad del Carnaval de Jujuy es más que un problema estético: es un desafío para nuestra fe y una prueba de nuestra capacidad para defender lo que es bueno y verdadero. Si no hablamos y actuamos, ¿Quién protegerá a las futuras generaciones de mensajes que trivializan el mal?
Como aquel padre, todos enfrentamos momentos en los que debemos dar razón de nuestra fe, especialmente frente a los más vulnerables. Recordemos que Cristo nos llama a ser luz en medio de las tinieblas, a no temer las presiones sociales y a vivir con valentía la verdad del Evangelio. ¿Estamos listos para responder a ese llamado?
Reflexión sobre el Carnaval de Jujuy y una Publicidad Peligrosa