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La historia del Combate de Manchalá y el homenaje en el Senado de la Nación

Un 28 de mayo de 1975, en plena Operación Independencia, once jóvenes conscriptos resistieron durante horas el ataque de más de un centenar de guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).


Una patrulla sin saber lo que le esperaba

Eran cerca de las 16:00 del 28 de mayo de 1975 cuando once soldados conscriptos de la Compañía de Ingenieros de Montaña 5, del Ejército Argentino, se dirigieron en un camión Unimog hacia la escuelita rural de Manchalá, en las afueras de Famaillá, Tucumán. Su misión era sencilla: realizar trabajos de refacción en el edificio como parte de tareas comunitarias en el marco de la Operativo Independencia ordenado por el gobierno peronista.

Ninguno de ellos —jóvenes de entre 18 y 20 años— imaginaba que, en ese paraje aparentemente tranquilo, estaban a punto de enfrentar uno de los ataques más audaces del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

 

En la foto, a la izquierda, los soldados Peñaranda y a su lado Arce, que participaron en la defensa

 

Una emboscada planificada, una defensa improvisada

A las 16:30, mientras los soldados trabajaban dentro y alrededor de la escuela, un grupo armado de entre 80 y 120 guerrilleros del ERP —armados con fusiles FAL, FAP y lanzacohetes— rodeó silenciosamente la zona. La orden del ERP era clara: utilizar ese ataque como distracción para luego tomar el puesto comando del Ejército en Famaillá. Pero no contaban con la férrea resistencia que iban a encontrar de estos jóvenes salteños.

 

La chispa que encendió el fuego

Aquella tarde, todo transcurría con normalidad. Los fusiles estaban apoyados junto a una ermita de la Virgen, para no ensuciarlos con el polvo del trabajo. Los bancos escolares se amontonaban en la galería. En el reparto de tareas, el soldado clase 54 José Romero había sido asignado como centinela, junto a sus compañeros Medina y Pardal. Observaban la calle de tierra que daba a la escuela, rodeada de cañaverales.

Entonces, apareció una camioneta Chevrolet blanca. Sus ocupantes saludaron, hicieron ademán de frenar, pero siguieron. Detrás, una Ford gris cubierta con lona. Uno de los hombres en la caja del vehículo, con una pierna apoyada en el paragolpe, gritó: "¡Milicos de mierda!" y abrió fuego.

En ese instante comenzó uno de los combates más intensos librados contra la guerrilla en Tucumán. Los soldados ni siquiera estaban en formación de combate. Eran 11 conscriptos y dos suboficiales contra entre 117 y 143 guerrilleros.

 

Adrián Segura, primer soldado herido en combate

 

Caos en la escuelita

El primer impacto fue para Adrián Segura. Un proyectil le destrozó 18 centímetros de fémur. Cayó al suelo gritando de dolor. Sus compañeros lo arrastraron detrás de un árbol. Rodolfo Demayo quiso responder el fuego, pero su fusil se trabó. Se quedó con Segura hasta que pudo correr hacia la escuela, tomar otro fusil y unirse a la defensa.

El cabo primero Gerardo Lafuente se parapetó junto al soldado Osvaldo Alcalá detrás de la ermita de la Virgen. Fue Lafuente quien organizó la defensa. Enfrente, los guerrilleros habían copado un rancho e instalado dos ametralladoras Mag. Los proyectiles rebotaban por todos lados, levantando tierra y esquirlas. “Era como en las películas”, dirían luego los soldados.

Desde una trinchera improvisada, el cabo ayudante Mario Delgado organizaba la defensa. Gritaba órdenes, pero también alentaba: “¡Aguanten, que vienen más!”. A su lado, los conscriptos Pardal, Medina, Solá, Pérez, y tantos otros cuyos nombres se diluyen en la historia, respondían con lo que tenían.

 

"¡Ríndanse!"

Los guerrilleros usaban megáfonos: “¡Grupo escuela! ¡Ríndanse, los tenemos rodeados!” Desde dentro de la escuelita, la respuesta era áspera: “¡Avancen, hijos de puta!”. Intentaron convencerlos: “La cosa no es con ustedes, sino con los oficiales!”. Nadie cedía. Cada minuto que pasaba aumentaba la tensión. Los 11 soldados no abandonaron su juramento de defender la Patria y los efectivos del ERP continuaron el asedio con todo lo que tenían.

La preocupación era doble: pronto oscurecería y si llegaban a copar el lugar, el combate sería cuerpo a cuerpo. Debían resistir.

 

Refuerzos inesperados

Desde la escuela de Balderrama, a cinco kilómetros, los soldados Peñaranda y Pucapuca escucharon el tiroteo. "Los changos están solos", pensaron. El sargento Serafín Lastra salió al rescate. En su camino sorteó un arroyo con su camión doble tracción. Llegó poco después.

Luis Arce, otro soldado, llegó en un camión volquete. Pensó que había habido un choque. Bajó sin fusil, y una lluvia de balas lo hizo correr de regreso. Vio a un guerrillero tratando de destrabar una ametralladora. Se armó y disparó.

La patrulla contaba solo con un equipo de radio portátil; lograron emitir un mensaje pidiendo refuerzos.

 

El fin del combate

Al llegar el teniente Leopoldo Diamante Díaz, sus propios soldados no lo reconocieron y casi lo balean. Les costaba creer que alguien viniera desde afuera. Adentro, Juan Sulca tenía una bala en el costado pero seguía disparando. Mamaní, herido gravemente, pedía: "No quiero morir, quiero conocer a mi hijo que va a nacer".

Anochecía. Las ametralladoras guerrilleras seguían con fuego esporádico. Arce cargó a Mamaní y fue a Famaillá.

Desde lejos, comenzaron a lanzar bengalas con paracaídas para iluminar el terreno. Creían que la escuela había sido tomada. En el interior, uno de los soldados comenzó a cantar el himno del arma de ingenieros: “Ingenieros, audaces guerreros...". Desde afuera respondieron: “...que la Patria en su yunque forjó”. Así supieron que seguían vivos.

La llegada de un helicóptero y tropas de apoyo desde el Comando de Famaillá obligó al ERP a replegarse. Algunos guerrilleros murieron durante el enfrentamiento y otros huyeron heridos. Los soldados conscriptos, milagrosamente, sobrevivieron todos, aunque dos resultaron heridos.

La columna del ERP, sorprendida por la resistencia, abortó el ataque al cuartel y se dispersó. Dejaron atrás armas, documentación, heridos. El “plan ambicioso” de tomar Famaillá había sido detenido por un grupo de chicos que no alcanzaban los 20 años, enviados a reparar una escuela.

 

Lo que quedó

La escuela quedó perforada por decenas de impactos. El rancho enfrente tenía al menos 30 agujeros.

Los soldados encontraron y guardaron como trofeo una bandera celeste y blanca con la estrella roja del ERP. Pertenecía a la Compañía "Ramón Rosa Jiménez". Fue destruida más tarde en Salta.

 

El combate fue noticia en todos los diarios.

 

El costo del olvido

Aquel combate, que podría haber sido una tragedia mayor, fue silenciado durante años. La patrulla nunca fue homenajeada oficialmente. No hubo medallas, ni ascensos, ni honores para quienes impidieron un ataque de alto impacto en plena democracia. Por el contrario, durante décadas se desmontó el relato y hasta se demolió el monumento que los recordaba en Salta. Los héroes de Manchalá sufrieron no sólo el olvido, sino el destrato del gobierno de turno.

 

El primer monumento a los héroes de Manchalá, que fue demolido por el gobierno kirchnerista

 

49 años después llega el justo reconocimiento nacional

Fue el Senado de la Nación, presidido por Victoria Villarruel, el que realizó un acto de homenaje a los once veteranos del Combate de Manchalá. “Fueron once jóvenes con fe, coraje y amor a la patria que enfrentaron a más de cien hombres armados”, dijo la vicepresidente.

El Combate de Manchalá, más que una página olvidada, es un testimonio de coraje y de abandono. Recordarlo es un acto de verdad, y reconocer a sus protagonistas, una deuda que el país comenzó a saldar.

Manchalá no es una historia que se cuente con frecuencia. Pero es una historia real. Fue protagonizada por jóvenes argentinos, no eran héroes buscados. Pero fueron, en su resistencia y humanidad, parte de una verdad argentina que sigue buscando justicia, memoria y verdad completa.

El acto en el Senado de la Nación 50 años después de la heroica defensa contra una centena de guerrilleros

 

El relato que silenció a los jóvenes héroes de Manchalá

Durante años, el relato oficial y la memoria pública omitieron o distorsionaron lo ocurrido en Manchalá. Los soldados no recibieron honores ni reconocimientos; incluso, el monumento que se había erigido en Salta fue demolido en 2013. El Estado recién comenzó a reconocer a estos veteranos en 2018 con la entrega de medallas, pero sin una reparación integral. Muchos de ellos pasaron por enfermedades, carencias económicas y el dolor de sentirse ignorados. Incluso el suicidio. Nunca fueron tampoco atendidos, ni las familias recibieron alguna reparación justa.

El nuevo monumento que se erigió hace unos años

 

Fe, familia y patria: los valores que los sostuvieron

Durante el acto en el Senado, varios de los protagonistas recordaron el combate con emoción. José Romero, uno de los exsoldados, destacó que todos llevaban el escapulario de la Virgen del Carmen durante ese combate inesperado, y que fue Dios quien los protegió.

 

El exsoldado José Romero en el Senado de la Nación, recordando ese día.

 

La historia completa debe ser conocida por la sociedad, en especial por los jóvenes de hoy, a los que se les adoctrinó ideológicamente desde el Estado por años y se les ocultó a los verdaderos héroes, que aún caminan por nuestras calles.

No hay películas ni programas que hayan mostrado el valor de estos jóvenes que hace 50 años no se rindieron y con coraje defendieron la Patria y las instituciones de la Nación.

La historia completa es necesaria conocerla, para que finalmente podamos superar las grietas y crecer bajo la bandera celeste y blanca con justicia y libertad.

La historia del Combate de Manchalá y el homenaje en el Senado de la Nación
El Cristiano 31 de julio de 2025
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