La reciente elección legislativa en la Ciudad de Buenos Aires marcó un quiebre político de enorme trascendencia: por primera vez ganó una lista celeste, que defiende la vida y no la Agenda 2030.
El triunfo de Javier Milei, a través de su candidato Manuel Adorni, y la derrota histórica de Mauricio Macri con Silvia Lospennato como cabeza de lista reflejan no sólo una recomposición del poder político en la Capital Federal, sino también un hartazgo social profundo que trasciende lo económico. La alta abstención electoral dejó, también, un mensaje silencioso pero contundente: gran parte del electorado ya no se siente representado. ¿Qué significa todo esto para los cristianos que anhelan una Argentina más justa, con valores, con familia, con vida?
Una victoria libertaria que interpela, también, los valores
La Libertad Avanza logró un triunfo resonante. En una ciudad gobernada hace 17 años por el macrismo, hoy conducida por Jorge Macri. Este triunfo se atribuye en parte a una economía con inflación en descenso y un dólar estable, factores que suelen influir positivamente en las elecciones. Pero el voto no fue sólo económico: fue también moral y cultural.
Muchas familias, muchas personas de fe, incluso aquellas que sin ella, pero con recta conciencia, vieron en este nuevo espacio una salida posible a la decadencia cultural que hace años las políticas del macrismo imponen en la ciudad. La defensa del orden económico, la persecución de la corrupción, pero sobre todo la batalla contra la ideología de género, el aborto y la ingeniería social también fueron claves. Y en eso, La Libertad Avanza supo leer algo que el PRO eligió ignorar: la gente ya no quiere vivir en una sociedad en la que le impongan una agenda de muerte.
Los diarios no lo dicen ni lo dirán, ya que son parte de la ingeniería social de esas políticas. Pero como ejemplo basta un botón: Milei suprimió la entrega de abortivos; e ipso facto Jorge Macri duplicó la compra de los mismos en 2024 y este año sumó uno nuevo. Ya van 300.000 niños abortados en Argentina y el adoctrinamiento y la propaganda abortista no alcanza para tapar esta dura realidad. Y así en toda la agenda de género que siguen promocionando. Y esto también lo pagó.
El PRO: de alternativa a sistema
"Lospennato es, sin dudas, la mejor candidata del PRO", dijo Macri en la previa. Y quizás tenía razón… porque ella fué la abanderada de todas esas políticas “progresistas”. Y en los 17 años, siempre sus listas sábana llevaron mayorías verdes y a la cabeza, con un algún celeste para conformar al votante provida. En CABA, durante años, el PRO fue la única oposición al kirchnerismo, pero en temas como el aborto, la ideología de género y la ingeniería cultural, nunca hubo grieta. Macri tuvo coherencia con las políticas que implementa en el armado de su lista.
Pero el electorado, tarde o temprano, despertó. La gente no sólo votó “contra el kirchnerismo”, sino que empezó a votar por ideas. Y en esta elección, parte de ese voto tradicional del PRO migró hacia una propuesta que, aunque imperfecta, expresa valores más cercanos a la vida, la familia y la libertad. Sí, por supuesto, que también por el programa económico y “las ideas de la libertad” que supo ofrecer Adorni.
Un cambio de época frente a la cultura de la muerte
Como hace unos días señalamos en El Cristiano, el informe reciente de la Universidad Austral sobre el desplome de la natalidad en Argentina (una caída del 40%) es alarmante. ¿Quién habla de esto? ¿Qué político se anima a ponerlo sobre la mesa? ¿Qué medio lo denuncia?
La respuesta es clara: casi ninguno. Y mucho menos desde el PRO, que hizo de CABA una ciudad gayfriendly, promoviendo marchas con fondos públicos, instalando contenidos ideológicos en escuelas públicas y hasta comprando penes de madera con dineros del Estado, como luego imitó Alberto Fernández a nivel nacional. Pero el “progresismo con buenos modales” del PRO ya no enamora. Una ciudad ordenada, pero con menos niños, más mascotas, hospitales haciendo más de 25 abortos por día y cerrando establecimientos educativos… no enamora. El daño cultural es profundo, pero la reacción está empezando a notarse. Aunque los medios no lo señalen, insistimos.
Macri, sin lista celeste ni base firme
Mauricio Macri apostó a sostener su liderazgo con una lista plagada de figuras abortistas y defensoras de la agenda de género. En un país mayoritariamente católico, donde todavía hay una sensibilidad viva hacia los valores del Evangelio y todavía emocionada por la llegada de León XIV.
A diferencia de La Libertad Avanza, que supo incluir figuras celestes en una lista sin verdes, en coherencia a lo que dice, el PRO se mostró más cómodo con el progresismo cultural. La derrota no fue sólo electoral: fue simbólica. El bastión macrista cayó en manos de un proyecto que, sin ser confesional, representa mejor muchas causas que la Iglesia viene defendiendo.
Sin embargo, hay que reconocer que más del 50% del electorado votó a listas que sostienen la cultura de la muerte (kirchnerismo + macrismo + larretismo). Incluso católicos, que, por rutina, por falta de formación o por tibieza moral sumaron su voto nuevamente. Es aquí donde entra la necesidad de una nueva etapa de reculturización cristiana.
Como advierten pensadores como Agustín Laje, la batalla cultural es urgente si queremos frenar el avance de la Agenda 2030, que busca relativizar la verdad, destruir la familia y controlar la natalidad.
La legislatura, campo de batalla silencioso
Aunque La Libertad Avanza ganó en votos, el desafío ahora está en la legislatura. Si las mayorías siguen estando en manos de bloques “progresistas”, será difícil revertir el deterioro moral con leyes concretas que protejan la vida y fortalezcan a la familia.
La riqueza económica de CABA disimula muchos males. Pero el derroche, los gastos innecesarios, y la promoción del relativismo cultural son síntomas de un modelo agotado. La derrota del PRO no fue sólo política. Fue una derrota moral. Una señal de que algo nuevo está gestándose en la conciencia colectiva.
La abstención: ¿desinterés o desencanto?
Uno de los datos más inquietantes fue la alta abstención electoral. En una ciudad tradicionalmente politizada, la ausencia de votantes revela algo más profundo que apatía: revela hartazgo e incredulidad. Muchos vecinos, al no encontrar candidatos que representen íntegramente sus valores, optaron por no votar. Es comprensible. Pero también es riesgoso.
La democracia exige compromiso. Y si bien no siempre hay opciones ideales, es fundamental participar y apoyar a quienes más se acercan a la defensa del bien común. La omisión también es una forma de seguir entregando el poder a quienes destruyen lo que amamos.
Próxima parada electoral: Octubre
La elección en la Ciudad de Buenos Aires evidenció un cambio en el panorama político argentino. Mientras Milei consolida su poder, Macri y el PRO enfrentan el desafío de sumarse o extinguirse como opción nacional. El kirchnerismo, que mantuvo su caudal histórico, pretendió dar un batacazo que las urnas demostraron que sólo era una ilusión.
Con la mirada puesta en octubre, el escenario sigue abierto. El PRO está dividido: Larreta celebra un 8% y aún sumándolo no logra ni siquiera superar al kirchnerismo. El peronismo, por su parte, mantiene su caudal en CABA, pero con un escenario nacional fracturado, con Cristina y Kicillof disputando liderazgos. Todo es incierto.
La Libertad Avanza, aunque fortalecida, también enfrenta tensiones internas fruto de sus propios egos y soberbia que sólo logran fracturas y expulsiones. La falta de unidad puede jugarle en contra si no corrigen el rumbo. El 2027 está lejos, o a la vuelta de la esquina, según como se mire.
Pero si algo está claro es que el gobierno nacional no se equivocó en la apuesta. Cabe preguntarse si en Octubre, aún con el impulso de esta elección, la estrategia del todo o nada será efectiva, o buscará en Buenos Aires (la madre de todas las batallas electorales) una alianza posible con el PRO, al que acaba de derrotar sin contemplación. Pero la pregunta más grande es si en 2027, también le alcanzaría. El sentido común y los guarismos hasta ahora dicen que no. ¿Octubre tiene la respuesta?
La unidad en los valores, posible
La historia enseña que unidos se gana en la vida. Y también en las elecciones. La soberbia sólo hiere al que busca una alternativa diferente al que maneja la sartén. Por eso, aún con resultados alentadores, los argentinos necesitamos prudencia y unidad para reconstruir la Argentina que queremos. Y los políticos deben tomar nota.
El peronismo siempre lo termina haciendo, mucho más con la lección que aprendió en el cuero propio con la derrota a manos de Vidal, donde fue dividido. Hoy puede ser al revés.
Las lecciones de esta elección
Por primera vez ganó una lista celeste. No es menor, e insistimos: los medios de esto no hablarán. En clave cristiana, esta elección deja varias lecciones. La primera: el pueblo está despertando. La segunda: la batalla no es sólo política sino cultural, y también espiritual. Y la tercera: la unidad de los hombres y mujeres de fe es indispensable. No se trata de militar un partido, sino de reconstruir una cultura de la vida, del amor, del orden natural querido por Dios.
Para que la Argentina gane de verdad, necesitamos políticos valientes y ciudadanos comprometidos que no negocien lo innegociable. La tabula rasa declamativa no alcanza. Es tiempo de unidad, de coherencia, y de participación en los espacios que sí suman a valores cristianos. Con oración, con formación y con acción.