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Falsedades que se repiten: El Estado no sostiene a la Iglesia Católica

A pesar de que la Iglesia católica en la Argentina renunció al aporte estatal en 2018, aún hoy persiste una idea equivocada en la opinión pública: que sigue recibiendo fondos públicos para su sostenimiento. Esta percepción no solo es falsa, sino que también tiene consecuencias prácticas muy serias: muchos fieles se sienten eximidos de colaborar económicamente, lo que profundiza una situación financiera ya delicada en muchas diócesis del país.

 

El aporte estatal era mínimo… y ya no existe

El aporte que la Iglesia recibía representaba apenas el 10% de su presupuesto y, desde fines de 2023, prácticamente dejó de existir. Sin embargo, ese mínimo sostenía en particular a las diócesis más pobres, por lo que su ausencia no es menor. Desde entonces, la Iglesia ha lanzado campañas para concientizar a los fieles sobre la necesidad de contribuir, pero con resultados dispares.

 

La historia que no se conoce

Es importante explicar porqué el Estado argentino aportaba a la Iglesia Católica. Algo que se desconoce y se opina con displicencia muchas veces, también.

Así como Belgrano y San Marín abogaban por mantener lazos firmes con la Iglesia Católica, personajes como Moreno o Castelli cuestionaban al régimen por su cercanía con lo religioso, y esas idean, en 10 años más, se cristalizaron en acciones concretas.

Durante el gobierno de Rivadavia se iniciaron una serie de medidas contra la Iglesia, que continuaron hasta el gobierno de Mitre, todos, con un sesgo anticatólico, en donde se produjo una significativa secularización de bienes eclesiásticos, incluyendo la toma de propiedades de la Iglesia Católica por parte del Estado y rentas de varios conventos que fueron suprimidos, incluso.

 

Imagen de la Iglesia del Pilar en la Recoleta, CABA, antes de ser expropiados sus campos adyacentes

 

Por esta reforma, los conventos de varias órdenes religiosas, entre ellos, los franciscanos recoletos y de los mercedarios fueron apropiados. Los cementerios (que pertenecían a la Iglesia) pasaron también a ser administrados por el Estado. En Buenos Aires se construyó, en lo que fue el huerto del Convento del Pilar, también expropiado, un nuevo cementerio público: El conocido cementerio de la Recoleta.

Si sumamos el valor solo de las propiedades enajenadas en la Ciudad de Buenos Aires que no fueron devueltas, por su costo incalculable, le sería casi imposible al Estado pagarlas.

 

El artículo 2 de la Constitución y su interpretación histórica

Fue en 1853 que el Estado Argentino, luego de sancionar la Constitución Nacional, y mediante su artículo 2, que estableció que “el Estado federal sostiene al culto católico”, que se hizo cargo del mantenimiento económico mediante un presupuesto que dotaba a los religiosos de un sueldo. Esta disposición se aplicó como compensación a que la Iglesia había sido despojada de bienes por el Estado sin la restitución o indemnización, además de reconocerle un rol social estructural.

Hay que decirlo: Si la Iglesia se hubiera presentado ante la Justicia reclamando lo que era suyo, el dinero que recibía en carácter de sueldos a los clérigos no hubiera alcanzado ni a una mínima parte de lo que el Estado le debe en carácter indemnizatorio, sin contar daños y perjuicios.

 

El mito de la “Iglesia rica”

Otro error frecuente es pensar que la Iglesia posee un gran patrimonio económico. Si bien tiene templos y propiedades, muchas veces estas son costosas de mantener y no generan ingresos suficientes. La conservación de los templos, muchos de los cuales son patrimonio cultural, implica gastos elevados que no son cubiertos por el Estado, salvo en casos puntuales y con subsidios que también alcanzan a otras confesiones.

 

Libertad de culto sí, ¿igualdad de cultos?

La decisión de la Iglesia de renunciar al aporte estatal también respondió a la necesidad de evitar conflictos con otras religiones. Conveniente o no, fue lo que prudencialmente se decidió, siempre con espíritu de superación, como también lo hizo en su momento, cuando aceptó la compensación a mediados del siglo diecinueve.

Y lo hizo también, porque durante años, las iglesias protestantes sostuvieron que en el país había libertad de culto, pero no igualdad. La supresión del financiamiento ayudó a descomprimir tensiones y promovió un enfoque de mayor equidad, más allá de la innegable historia que une a la Iglesia católica con la fundación de nuestra patria Argentina.

 

Apoyos del Estado que aún existen

Es cierto que el Estado argentino otorga ciertos beneficios impositivos a todos los cultos religiosos reconocidos. Estas exenciones fiscales —como el no pago de IVA, Ganancias o ABL— se aplican de forma general, al igual que ocurre con otras asociaciones civiles sin fines de lucro.

 

El Padre Opeka, sacerdote argentino que en Madagascar realizó una gran obra con ayuda del pueblo y  empresas.

 

¿Un modelo a imitar? El caso de Europa

En países como Italia, España o Alemania, los sistemas de financiamiento religioso incluyen mecanismos vinculados a los impuestos. En Italia, por ejemplo, los contribuyentes pueden asignar el 0,08 % de su impuesto sobre la renta a una confesión religiosa o al Estado. En Alemania, incluso se suma un “impuesto eclesiástico” voluntario que se recauda con el aparato fiscal estatal.

Aunque alguna vez se consideró replicar algo similar en Argentina, la idea no prosperó. Y debería reverse, ante los nuevos vientos que corren, y la opinión pública sobre lo que el Estado hace con nuestros aportes en concepto de impuestos, después de tanto desenfreno de gobiernos anteriores.

 


El Programa Fe y un tímido avance

Tras renunciar al financiamiento estatal, la Iglesia argentina lanzó el Programa Fe, una iniciativa para facilitar el aporte de los fieles por medios digitales, poco difundido. En los últimos 12 meses se recaudaron más de $204 millones, un 240 % más que el año anterior. Aunque la cifra aún está lejos de cubrir todas las necesidades, marca un avance importante en la creación de una cultura de compromiso económico entre los católicos.

 

Corresponsabilidad y sostenimiento: un cambio cultural necesario

Lo real: el sostenimiento de la Iglesia ya no es tarea del Estado. La comunidad católica debe asumir que la Fe también requiere un compromiso material, como lo hacen católicos en países como España. Las parroquias, los sacerdotes, los templos y las obras sociales que realiza Cáritas no se sostienen sin recursos. Y en ese desafío, los fieles son los primeros llamados a involucrarse.

El valor de la santa limosna como herramienta espiritual es desconocido por muchos fieles, y debería ser enseñado. La responsabilidad social que a todos nos cabe (seamos o no creyentes) tiene que ver con eso. Y las empresas, como cuerpos intermedios, también.

Erradicar el mito del financiamiento estatal, entonces, no solo es una cuestión de información, sino también de responsabilidad espiritual y comunitaria; de todos. La Iglesia del futuro será más sólida si logra construir una base de fieles conscientes de que su aporte económico es parte esencial, también, de su pertenencia.

 

La limosna como oración

San Josemaría Escribá señalaba que la limosna era una expresión concreta de la Caridad, y que era una oración en sí misma, como acto de servicio y forma de compartir con los demás. Una forma de contribuir a la obra de Dios y ayuda a la construcción de su Reino.

Recemos para que los argentinos sostengamos la Iglesia de Cristo con nuestra oración y nuestro apoyo material. 


Falsedades que se repiten: El Estado no sostiene a la Iglesia Católica
El Cristiano 29 de julio de 2025
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