La conmemoración de la Conferencia de Beijing
Las Naciones Unidas se preparan para conmemorar el 30º aniversario de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1995. En este contexto, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer se presenta como un escenario clave donde la administración de Donald Trump buscará desafiar la agenda de género impulsada por la ONU.
La estrategia de Trump en la ONU
Las negociaciones para una declaración política que renueve el compromiso de los países con la conferencia de 1995 ya están en marcha, pero la administración Trump está evaluando diversas estrategias, incluyendo la posibilidad de eliminar todas las referencias al “género” en el borrador de la declaración. Esta postura ha generado enfrentamientos con delegaciones europeas que buscan incluir términos como “las mujeres en toda su diversidad” (incluyendo a hombres que se identifican como mujeres), o la “interseccionalidad”, conceptos que abarcan la identidad de género y llevan a que una percepción sea obligatoria socialmente por el resto, como ya se lo vive en diversas sociedades donde hasta se ha perseguido con leyes a aquellos que no se suman a esta visión ideológica. Como los padres de familia que se oponen a que sus hijos se los adoctrine en las escuelas, como está pasando.
Además, la Unión Europea (UE) insiste en incorporar referencias a la salud sexual y reproductiva y a los derechos reproductivos, lo que incluye el aborto y tratamientos para personas transgénero. Durante la administración Biden, Estados Unidos se alineó con esta perspectiva, pero la nueva delegación designada por Trump se opone firmemente.
Posibles escenarios en la Comisión
Si Trump logra bloquear la agenda de género en la ONU, podrían darse dos escenarios. El primero es que la Comisión no logre llegar a un acuerdo, lo que debilitaría el movimiento de género dentro de la ONU y permitiría a Estados Unidos impulsar iniciativas bilaterales para las mujeres, excluyendo la ideología de género.
El segundo escenario implicaría una modificación del acuerdo final para que el término "género" se refiera exclusivamente a los dos sexos biológicos, eliminando referencias a la salud sexual y reproductiva y asegurando garantías de respeto a la soberanía nacional. Esta opción buscaría reformar la ONU desde adentro.
El impacto de la Conferencia de Beijing
Desde su firma en 1995, el acuerdo de la Conferencia de Beijing ha sido un pilar para la expansión de la agenda de género a nivel global. Bajo su marco, surgió un influyente lobby apoyado por agencias de la ONU y gobiernos occidentales, promoviendo la integración de la perspectiva de género en ministerios, universidades, políticas públicas y financiamiento internacional.
Durante las últimas tres décadas, esta estructura ha consolidado el discurso de género como un estándar global, haciendo que cualquier oposición sea señalada como misógina.
Los mecanismos burocráticos señalados para implementar la agenda de género de Beijing han crecido exponencialmente en poder e influencia desde la ONU. Ministerios de género, burocracias de género, becas de investigación de género, cátedras universitarias de género, ayuda exterior de género, presupuestos de género, integración de la perspectiva de género, análisis de género, y más. Por supuesto con enormes presupuestos.
Ahora, la administración Trump busca desafiar este paradigma.
Presupuestos que pueden cortarse de un día para el otro
Si la delegación de Trump logra frenar la agenda de género en la Comisión de la ONU, podría enviar un mensaje contundente: los países que promuevan esta ideología podrían ver restringido su acceso a financiamiento y apoyo político por parte de Estados Unidos. Esta decisión marcaría un punto de inflexión en el debate global sobre género y soberanía nacional. ¿Podrá la delegación de Trump frenar, como en Argentina lo hizo el Gobierno Nacional, la avanzada ideológica del lobby de género? Por el bien de Occidente, esperemos que sí.
La ONU y la Agenda de Género: el Desafío de Trump