Cuando el dinero destinado al cuidado de los más vulnerables se malgasta o se roba, no hablamos solo de corrupción: hablamos de un verdadero pecado contra el bien común de los más vulnerables, nuestros mayores. Eso es lo que denunció el PAMI al anunciar una investigación interna por presuntos desvíos de fondos en compras de medicamentos, insumos y tratamientos.
El dolor de los justos y la astucia de los “vivos”
Según el comunicado oficial, se detectó un uso “llamativamente elevado” de mecanismos de excepción para eludir licitaciones y controles. Es decir, se habría usado la necesidad de los abuelos para esquivar la ley, abrir puertas a manejos turbios y beneficiar a unos pocos.
El organismo denunció: “No se va a tolerar que el dinero de los jubilados termine en manos de vivos que durante años hicieron negocios al margen de la ley”.
A esta altura, ya no sorprende que en el PAMI hayan encontrado posibles irregularidades y corrupción. Fue un botín estatal de gobiernos por años. Todos los argentinos sabían que en el PAMI se realizaba la segunda estafa más grande a los jubilados (la primera en el ANSES, ingresando a miles al sistema sin los años, y finaciándolos con los dineros de los que sí aportaron. Y sin contar el saqueo de los fondos por parte del gobierno para financiar la política).
El PAMI fue campo fértil para el abuso de poder y la manipulación. Muchos argentinos lo sabían. Muchos jubilados lo padecieron. Pero como argentinos de bien, no podemos resignarnos al “siempre fue así”. La injusticia no puede volverse costumbre.
Justicia y verdad para los que lo dieron todo
La nueva gestión asegura que “el tiempo de la impunidad se terminó”. Ahora, el desafío no es solo interno. Es también de la Justicia. Porque nuestros mayores —los que construyeron el país, criaron familias, forjaron valores— merecen ver que hay consecuencias para los que traicionaron su confianza.
¿Y nosotros? Estamos llamados a no ser indiferentes. A exigir transparencia, sí, pero también a comprometernos con un país donde la vejez sea sinónimo de dignidad y no de abandono. Donde el dinero público no se administre como un botín, sino como un servicio.
La fe cristiana nos enseña que toda autoridad es para el bien de los otros. Que cuidar al abuelo pobre, enfermo o solo es honrar a Cristo en la tierra.
Que la verdad salga a la luz. Que los culpables enfrenten la Justicia. Y que nunca olvidemos que nuestros mayores merecen más que limosnas: merecen justicia. Y ver a los responsables rindiendo cuentas antes de que se les acabe el tiempo.
PAMI investigará posibles desvíos de fondos que deberían haber sido para nuestros jubilados