El Papa Francisco aprobó el decreto que reconoce las virtudes heroicas del arquitecto catalán Antoni Gaudí i Cornet (1852–1926), elevándolo al título de “venerable”, el primer gran paso en el proceso hacia su beatificación. El anuncio fue emitido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede y marca un hito en la historia espiritual y artística de la Iglesia.
Un laico santo entre planos y piedra
Gaudí falleció el 10 de junio de 1926 en el Hospital de la Santa Cruz de Barcelona —un hospital de beneficencia cristiana— tras ser atropellado por un tranvía. Fue enterrado en la cripta del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, obra a la que consagró los últimos 14 años de su vida. Pese a morir con fama de santidad, el proceso para su beatificación no fue inmediato.
Como laico —no pertenecía ni al clero ni a ninguna orden religiosa—, su causa no fue impulsada por instancias eclesiásticas oficiales. Fue recién en 1992, 66 años después de su muerte, que un pequeño grupo de laicos, encabezado por el sacerdote Dr. Ignasi Segarra, fundó la Asociación pro Beatificación de Antonio Gaudí. Arquitectos, escultores y escritores comenzaron así, desde la sociedad civil, una labor silenciosa pero decidida para que su testimonio de vida y fe fuera reconocido por la Iglesia.
Un proyecto de fe que trasciende fronteras
Desde sus inicios, la iniciativa encontró apoyo mundial, tanto dentro como fuera del ámbito católico. La devoción hacia Gaudí fue creciendo y se hicieron miles de estampas con su imagen para la oración privada en una decena de idiomas: catalán, castellano, inglés, japonés, alemán, francés, italiano, portugués, polaco y coreano. En camino están nuevas traducciones al ruso, húngaro y euskera, lo que da cuenta de la internacionalidad de su figura espiritual.
Aunque algunos sectores barceloneses ligados a debates estéticos o ideológicos sobre su obra se han mostrado críticos, la mayoría ha acogido la iniciativa con admiración y respeto. No es para menos: Gaudí proyectó su arquitectura como una verdadera catequesis en piedra.
“Mi Amo no tiene prisa”
Una de las frases más célebres de Gaudí era: "Mi Amo no tiene prisa". Así respondía a quienes le urgían con terminar la Sagrada Familia. Con ella, no sólo expresaba su paciencia, sino también su visión trascendente: todo lo hacía para la gloria de Dios.
Quienes promovieron su causa lo consideran no sólo un artista eximio, sino un hombre de fe extraordinaria. Un cristiano que vivió las virtudes evangélicas de forma heroica, con humildad, pobreza, obediencia interior y una vida profundamente sacramental. “La fe en Dios me ayuda, me consuela y me da fuerzas en las situaciones delicadas”, confesó en una ocasión.
Una vida marcada por la oración y la belleza
Cada día, Gaudí asistía a Misa y dedicaba un momento al contacto sereno con la naturaleza, fuente constante de inspiración. Su espiritualidad era profundamente franciscana: veía en las formas naturales la huella de Dios y buscaba plasmar esa armonía en su obra arquitectónica.
Obras como el Palacio Güell, la Casa Milá, los balcones de la Pedrera o la finca Güell revelan su genio y su alma contemplativa. Pero fue en la Sagrada Familia donde volcó todo su amor a Cristo y a María. En los tres frontales de la basílica —Natividad, Pasión y Gloria—, Gaudí dejó plasmado un recorrido teológico y artístico único. Él mismo sólo llegó a completar el de la Natividad. El resto fue continuado por otros arquitectos siguiendo sus diseños.
Una huella mariana y misionera
La devoción mariana de Gaudí también se manifiesta en sus obras menos conocidas: desde el edificio de las Misiones Africanas en Tánger hasta el Rosario monumental en Montserrat. Su firma espiritual puede rastrearse también en lugares como el monasterio de Villaricos (Almería) y el colegio de Jesús María en San Andrés del Palomar.
Cada una de sus creaciones fue concebida como un acto de alabanza, un testimonio de cómo el arte puede elevar el alma y conducirla hacia Dios.
Un camino abierto hacia los altares
El proceso de beatificación, que oficialmente comenzó en Barcelona el 12 de abril del año 2000, continúa ahora bajo el escrutinio riguroso del Vaticano. Como con su obra, también aquí “no hay prisa”. La Iglesia procederá con serenidad y profundidad, investigando testimonios, escritos y posibles milagros atribuidos a su intercesión.
El título de venerable reconoce que Antoni Gaudí vivió en grado heroico las virtudes cristianas. El próximo paso, si se verifica un milagro por su intercesión, será su beatificación. Y más adelante, con un segundo milagro, la canonización.
Como escribió en su momento el obispo auxiliar de Barcelona, Joan Carrera: "El encanto del templo lleva al encanto de la fe". Quizás por eso, contemplando la Sagrada Familia, muchos ya sienten que caminan por un santuario moldeado por manos santas.
El Arquitecto Antoni Gaudí ya es “venerable”: El Papa Francisco reconoce sus virtudes heroicas