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Padre Opeka: Justicia Social Como Dios Manda

La silenciosa pero monumental obra del Padre Pedro Opeka, un argentino que hace más de 30 años se trasladó a Madagascar para atender a los más pobres y desamparados, es un faro de esperanza y un ejemplo de justicia social auténtica que el mundo necesita.


En una zona marcada por la miseria, donde las personas vivían en un gigantesco basural, Opeka ha transformado vidas al ofrecer no solo ayuda, sino la oportunidad de trabajar y desarrollarse con dignidad. Su enfoque se aleja del asistencialismo populista, que tiende a perpetuar la dependencia, y en lugar de eso promueve la enseñanza del trabajo digno, la educación y la responsabilidad personal. Un ejemplo maravilloso del que las naciones del mundo deberían tomar ejemplo, para realizar la verdadera Justicia Social que enseña la Doctrina de Cristo, que no usa a los pobres ni los perpetúa en esa situación, como tristemente nos pasó en Argentina, también.


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El proyecto Akamasoa, que significa "los buenos amigos", es un testimonio de lo que se puede lograr cuando se empodera, de verdad, a las personas en lugar de tratarlas como sujetos de la caridad. Junto a cientos de familias, P. Opeka comenzó a construir viviendas para quienes vivían entre basura, promoviendo la colaboración y el esfuerzo colectivo. Las casas no solo se levantaron con manos trabajadoras, sino que se forjaron comunidades completas, donde los habitantes toman decisiones en comités y se vuelven proactivos en su desarrollo. Gracias a la explotación de recursos locales y a iniciativas de emprendimiento, mucho más de 300,000 personas han sido rescatadas de la pobreza extrema sin ningún tipo de asistencialismo.


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La visión del Padre Opeka resuena con los consejos de San Juan Pablo II sobre el desarrollo integral del ser humano, subrayando que la verdadera ayuda consiste en proporcionar herramientas y oportunidades para que las personas sean autoras de su propia vida. Como él dice, “el amor no es asistir de manera permanente a un pobre, es darle trabajo, es darle herramientas”. En este sentido, el modelo de Opeka ofrece una alternativa al ciclo vicioso de la pobreza estructural, mostrando que se puede lograr un cambio real al incentivar la autoestima y la moralidad, contribuyendo al fortalecimiento de los núcleos familiares y a la cohesión social.

Su acción humanitaria está basada en hechos concretos en el quinto territorio más empobrecido del planeta, pero fortalecida en la evangelización que reafirma los valores universales que sostienen a la Humanidad. Cada domingo son miles de sus “buenos amigos” (akamasoa, en malgache, su idioma) los que lo acompañana en las misas. Hoy, casi medio millón de personas han sido rescatadas de la miseria más brutal, sin asistencialismo. Juntos. Aprendiendo y emprendiendo. Y conviviendo como “Dios manda”.



El Padre Opeka, conocido también como el “Albañil de Dios”, con el apoyo de la Fundación France Libertés comenzó su obra, inicialmente ayudándolos a construir sus viviendas con sus propias manos, pero también les enseñó a trabajar y vivir de su esfuerzo. El Padre Opeka fundó luego una organización para generar trabajo. Remodeló un hospital, empezó a enseñar a los niños con los que jugaba al fútbol. Luego con las comunidades creó escuelas. La construcción de casas, con los años, fue conformando comunidades, pequeños pueblos, que formaron toda una ciudad. Esas comunidades tienen un comité, y toman su propias resoluciones. Han crecido. Han aprendido de la mano de un hombre de Dios a transformar la más dura realidad en un ejemplo para la Humanidad.

El padre Pedro suele insistir en que la mejor manera de ayudar al pobre no es con asistencialismo sino cambiándole la conciencia para que sea autor de su propia prosperidad: “Yo siempre les dije a ellos, los amo demasiado como para asistirlos, si tuviera que asistirlos yo me voy hoy de Madagascar, porque el amor no es asistir de manera perenne a un pobre, es darle trabajo, es darle herramientas, es cambiarle lentamente la conciencia que tiene para que sea autor y promotor de su propia promoción. Los gobiernos que fomentan el asistencialismo están fomentando la delincuencia y la exclusión y están profundizando el problema. Y si no se atacan en serio las causas de la pobreza es para seguir aprovechándose de ellos, utilizándolos... Junto con la pobreza económica se viene abajo la autoestima y la moral. La familia explota y ya no hay un núcleo donde formar a la persona”.

Es imperativo que, en Argentina, tomemos como ejemplo la obra del Padre Opeka y su enfoque de solidaridad y justicia social. En momentos en que el país enfrenta desafíos sociales y económicos, su experiencia muestra que se pueden generar iniciativas colaborativas y efectivas, replicando su espíritu de trabajo y compromiso con los demás.



Aunque este cura católico ha sido reconocido internacionalmente y postulado al Premio Nobel de la Paz, incluso, su figura permanece relativamente desconocida en su país natal. En un contexto donde las políticas asistencialistas han generado dependencia en lugar de desarrollo digno, el legado del Padre Opeka adquiere especial relevancia y debe ser reivindicado como una luz que orienta hacia una verdadera justicia social, capaz de transformar vidas, comunidades y, en última instancia, la sociedad en su conjunto. Su mensaje es claro: con voluntad, trabajo y la ayuda de Dios, se pueden construir futuros dignos y esperanzadores.

En Argentina hay ya experiencias privadas con el mismo espíritu, que a pulmón crecen, replicando la obra del Padre Opeka, en Luján, liderada por el joven Gastón Vigo Gasparotti.

Si los gobernantes toman nota, los cambios no sólo se verían en obras y ascenso social real, como en la lejana Akamasoa, sino en valores cristianos universales donde se cimientan la paz y el progreso: Ésta es la construcción más valiosa del Padre Opeka, el “Albañil de Dios”.

Padre Opeka: Justicia Social Como Dios Manda
El Cristiano 12 de febrero de 2025
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